23 nov 2016

Uno de los grandes discursos: Severn Suzuki

Hay muchos discursos históricos que te llegan, que hace erizarte el pelo, pero pocos lo hacen cuando son promulgados por gente tan joven. En este caso el de Severn Suzuki, una chica que por aquel año de 1992 contaba con 13 años y en la Cumbre de Medio Ambiente y Desarrollo organizada por la ONU en Río de Janeiro dio un discurso maravilloso sobre cuestiones sobre la naturaleza y el medio ambiente siempre desde un punto de vista de los jóvenes. Y había personalidades muy importantes en esa sala. Su discurso:




“Hola, soy una niña de 12 años, hablando en nombre de ECO, una Organización de niños de 12 y 13 años, a favor del medio ambiente, que intentamos marcar una diferencia. Hemos reunido todo el dinero para venir aquí nosotras mismas, recorriendo 5 mil millas, para decirles a los adultos que deben cambiar. Viniendo aquí hoy, no voy a ocultar mi objetivo: Estoy luchando por mi futuro.

Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos puntos en la bolsa de valores. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones venideras. Estoy aquí para hablar en defensa de los niños hambrientos, cuyos llantos son ignorados por todo el mundo. Estoy aquí para hablar por los incontables animales que están muriendo por todo el planeta, porque no les queda ningún lugar a donde ir.

Tengo miedo de tomar el sol por los agujeros de la Capa de Ozono. Tengo miedo de respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas hay en él. Solía ir a pescar en Vancouver, mi hogar, con mi padre, hasta que hace unos años vimos a un pez lleno de tumores. Y ahora sabemos que animales y plantas se extinguen cada día y desaparecen para siempre.

En mi vida, he soñado con ver las grandes manadas de animales salvajes, selvas y bosques tropicales repletos de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si todavía existirán para que mis hijos los vean también.

¿Tuvieron que preocuparse ustedes de estas cosas cuando tenían mi edad?

Todo esto está ocurriendo ante nuestros ojos, y aún seguimos actuando como si tuviéramos todo el tiempo que quisiéramos y todas las soluciones. Soy sólo una niña y no tengo todas las soluciones, pero quiero que se den cuenta: ustedes tampoco las tienen.

No saben cómo arreglar los agujeros en nuestra Capa de Ozono. No saben cómo devolver los salmones a aguas no contaminadas. No saben cómo resucitar un animal extinto. Y no pueden recuperar los bosques, que un día talaron y que antes crecían y ahora son desiertos.

Si no saben cómo arreglarlo, por favor, dejen de destruirlo.

Aquí hay Delegados de Gobiernos, empresarios, organizadores, periodistas y políticos, pero en realidad son madres y padres, hermanas y hermanos, tías y tíos, y todos ustedes son hijos de alguien.

Aún soy sólo una niña, y sé que todos somos parte de una gran familia formada por seis mil billones de personas. De hecho, una familia de treinta millones de especies. Y las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso.

Aún soy sólo una niña, y sé que todos estamos juntos en esto, y debemos actuar como un único mundo tras un único objetivo.

Aunque estoy llena de rabia, no estoy ciega, y, aunque tengo miedo, no me asusta decirle al mundo cómo me siento.

En mi país desperdiciamos tanto… Compramos y desechamos, compramos y desechamos, y aun así, los países del Norte no comparten con los necesitados. Incluso teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder nuestras riquezas si las compartimos.

En Canadá vivimos una vida privilegiada, plena de comida, agua y protección. Tenemos relojes, bicicletas, computadores y televisión.

Hace dos días, aquí en Brasil, nos sorprendimos cuando pasamos algún tiempo con unos niños que viven en la calle. Y uno de ellos nos dijo: “Desearía ser rico, y si lo fuera, daría a todos los niños de la calle: comida, ropa, medicinas, un hogar, amor y afecto”. Si un niño de la calle que no tiene nada está deseoso de compartir, ¿por qué nosotros, que lo tenemos todo, somos tan egoístas?

No puedo dejar de pensar que esos niños tienen mi edad y que el lugar donde naces marca una diferencia tremenda. Y que yo podría ser uno de esos niños que viven en las favelas de Río; podría ser un niño muriéndose de hambre en Somalia; un niño víctima de la guerra en Oriente Medio, o un mendigo en la India.

Aún soy sólo una niña, pero sé que todo el dinero que se gasta en guerras podría ser utilizado para acabar con la pobreza en el mundo o buscar soluciones medioambientales. Qué lugar más maravilloso sería la Tierra.

En la escuela, incluso en el jardín de infancia, nos enseñan a comportarnos bien en el mundo. Ustedes nos enseñan a no pelear con otros, a arreglar las cosas, a respetarnos, a limpiar nuestros desastres, a no herir a otras criaturas, a compartir y a no ser egoístas.

Entonces, ¿por qué fuera de casa se dedican a hacer las cosas que nos dicen que no hagamos?

No olviden por qué asisten a estas conferencias. ¿Por qué están haciendo esto? Somos sus propios hijos. Están decidiendo en qué mundo vamos a crecer. Los padres deben ser capaces de calmar a sus hijos diciendo: “todo va a estar bien”, “no es el fin del mundo” y “estamos haciendo todo lo que podemos”.

Pero no creo que puedan decirnos eso nunca más. ¿Estamos siquiera en su lista de prioridades? Mi padre siempre dice: “Eres lo que haces, no lo que dices”.

Bueno, lo que ustedes hacen me hace llorar por las noches. Ustedes, adultos, dicen que nos quieren.

Pero yo los desafío: por favor, que sus acciones reflejen sus palabras.

Gracias.”

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